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martes, 1 de enero de 2013

Mi estrella

Naciste un 4 de diciembre de 1931, en Madrid, en una familia de militar, rodeado de hermanos. En cuanto conociste a mi abuela, supiste que era ELLA. Supiste esperar pacientemente a que ella aceptara salir contigo después de que cumplieras el servicio militar. Desde que aceptó, solo te dedicaste a hacerla feliz. Tuvisteis tres hijos, y los tres coinciden en una cosa: que fuiste un gran padre. Y sólo dos nietos: mi hermano y yo.
Han pasado dieciséis años desde que te fuiste, porque estabas cansado de luchar en el hospital, y no pasa ni un solo momento en que no me acuerde de tí.
Recuerdo tus colonias: cuando yo era pequeña usabas Brummel y Agua Brava, y en los últimos años utilizabas una más fresca, Royal Ambree.
También recuerdo todas aquellas canciones tan divertidas que nos enseñabas a mi hermano y a mi, las cuales muchas veces, aún para recordarte.
No se me olvidará todo lo que he aprendido de tí, la de veces que me habrás reñido porque una palabra llevaba tilde y yo no la había puesto, como me enseñabas trucos para saber las reglas de acentuación, y como te mostrabas orgulloso de nosotros con cada cosa que hacíamos.
Pese a tu carácter serio, siempre fuiste todo bondad, y yo solo veía tus sonrisas.
Jamás salías a ningún sitio sino iba La Yaya contigo, y ella siempre estaba orgullosa de tí, al igual que tú de ella.
Recuerdo como cuando después de misa me sentaba contigo en el banco de debajo de tu portal para hacer crucigramas, y siempre me dejabas hacer las sopas de letras.
En los últimos años, cuando te detectaron el problema de los bronquios, tenías en casa la mascarilla de oxígeno, y pese a todo, nosotros siempre veíamos tu sonrisa y tu palabra amable hacia nosotros.
Aún así, me acuerdo como ayudabas en la cocina a picar la verdura, o preparabas pulpo a la vinagreta, o esas rosquillas que a mí me encantaban. ¡Nunca las olvidaré!
Fue aquel verano, en el que recuerdo que papá estaba en Santander, cuando te volvieron a ingresar en el Ramón y Cajal. Mamá y la yaya siempre estaban contigo, pero nosotros al ser pequeños, no nos llevaban tan a menudo y no eramos tan conscientes de como estabas en realidad, hasta que el 30 de agosto de aquel mismo verano te fuiste.
Desde entonces, y a medida que van pasando los años, sigo teniéndote muy presente. Siempre estás en mis triunfos, y en mis momentos malos eres al que recurro para pedir ayuda y que no me permitas tocar fondo.
Sé que eres mi estrella, mi ángel, y te doy las gracias cada día por seguir cuidando de mí y de la familia como lo haces. Sé que aunque pasen los años nunca te olvidaré y siempre seguiré teniendote presente. Y sé que si algún día tengo hijos, me encargaré de hablarles de su bisabuelo, al que tanto adoré, para que ellos también te conozcan y sepan lo importante que eres para mí.
Allá donde estés, ¡TE QUIERO ABUELO!
Vir Gavilán Cardoso-Mendes

2 comentarios:

  1. Los abuelos son esos ángeles que todos tenemos... me has emocionado...
    Esther

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  2. Precioso y precioso Vir!Tu abuelo se sentirá muy orgulloso de tener a la nieta que tiene!!!!

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